Arqueología de El Vallecito

Fernando Oviedo, arqueólogo del INAH Duración: 26 minutos Su importancia: El Vallecito es importante por la cantidad de pinturas rupestres que se encuentran en el sitio. Los hallazgos recientes de cerámica y restos líticos y de fósiles han demostrado que fue un gran campamento indígena. El entorno: De clima extremoso, con veranos cálidos e inviernos de baja temperatura con lluvias y nevadas. Su flora la conforman el matorral, chaparral, pino piñonero cuyo fruto era muy apreciado por los indígenas. Su fauna la integran las ardillas, roedores, rata incinera, liebre, conejo, codorniz, perdis, coyote, zorro, gato montés y venado. El sitio fue habitado por antiguos kumiai, de filiación Yumana. Se establecieron en la parte norte del estado hace unos 1,500 años, pero en El Vallecito hasta el siglo XVIII hasta finales del XIX. Eran grupos seminómadas, dedicados a la caza y la recolección. En el verano se trasladaban a las partes montañosas en busca del piñón y la bellota, así como para la caza de la fauna silvestre; en invierno bajan a las costas a proveerse de los productos del mar como moluscos y peces. Las pinturas de este sitio son de formas geométricas abstractas: líneas, cuadros, círculos y algunas figuras antropomorfas representadas de manera muy sencilla. A este estilo se le ha llamado La Rumorosa. Con los recientes trabajos de excavación se puede concluir que: 1. Fue ocupado de forma muy intensa por los grupos étnicos de la región. Al sitio confluían grupos de las costas del Pacifico y del Golfo de California para intercambiar los productos del mar, también obsidiana, material útil para la manufactura de puntas de flecha e instrumentos de corte. 2. Los grupos ocupaban los resguardos y sus alrededores para desarrollar su vida cotidiana, intercambio de productos y rituales religiosos. 3. La cerámica era piezas de su color natural (barro) y ollas de forma globular. 4. Se alimentaban de animales pequeños los cuales asaban exponiéndolos de manera directa al fuego. 5. Cremaban a sus muertos. Se encontró evidencia de esta práctica en los resguardos de El Tiburón y El Diablito.